jueves, 2 de agosto de 2018

TRAZOS DESDE LA INFANCIA (1)


TRAZOS
D  E  S  D  E
L A   I N F A N C I A





Aún no estaba hecho El Muelle a la derecha ni a la izquierda mirando desde El Puente al mar; no estaba hecho con cemento sí con las piedras grandes de atraque. A la izquierda, el Muelle de la Magdalena y después la Dársena, a la derecha el Muelle de la Rula y después las Fábricas, camino de San Antón.
¿Dónde hallo en la memoria un muelle parecido? En un relato de alguien que surge del Norte de Europa o del Mar Negro, en la Segunda Guerra Mundial, perseguido por espionaje. La memoria no da para más. Puede ser en las memorias de Speer o en Semprún; en Le Carré o Doenitz; la memoria que juega ahora estas malas pasadas. Pero de aquello...
De aquello recuerdo perfectamente el Puesto de Castañas de El Chano. ¿Dónde estará el Chano?
En lo que más me gusta gastar el dinero decía Enrique el de la luz es en las castañas del Chano.
En cambio, no recuerdo si a la derecha, por el lado del Muelle de la Rula había otro puesto de castañas, como sí que por el verano había uno de helados, "Los valencianos" (a la derecha, Elisardo, o más bien Lisardo).
Los muelles eran, por encima, de tierra y piedras. Dichosas piedras irregulares, algo alabeadas, que no iban a colegios ni tenían profesores. Por la derecha, el Muelle no tenía la compuerta ni por la izquierda rodeaba el Campo del Gato hacia la Media Luna, la Barra, el Espigón. Todo lo que va con mayúsculas son sujetos de una ontología entre todas las ontologías posibles, pero en minúsculas van los marineros. Siempre, en el pensamiento, en plural y en minúsculas; eran un género, género azul de mahón, un azul que todavía no he vuelto a ver, ni siquiera en Mariano Moré ni en Ricardo Baroja. Tampoco, claro, en Marisa Roesset [1], a la cual no sé poner la diéresis. Sólo algunas veces se salían del género algunos nombres (Gabel, Eulogio, mi tío Pacho, Gabino, Tino, no me atrevo con la memoria), pero aún quedan casi todas las caras. Lástima que no pueda con el lápiz ni con el pincel y que no me gusten los motes, sobrenombres, alias, (ª) [2], residuo del Dick Turpin.
El que no tiene memoria, no tiene alma, desalmado, en el largo invierno de los muelles poblados del azul y del olor muy distinto a la Sardina viva, a la Sardina muerta, a la Sardina frita. Como dijo luego Felipe, el mar olía a taberna marinera. Al montarlo en libros era un mar de Valle Inclán o de Simenon, mar de puerto pequeño en Galicia de conspiración carlista o en puerto francés fronterizo sobre esclusa de río que va al Mar del Norte, pero siempre con los vidrios de una taberna, rezumando licor en vidrieras y frascos anchos. Tabernas con relojes a ambos lados de la Ría. Relojes con las horas en esmalte y la esfera algo contaminada del humo de tabaco o el rezume de licores y del aceite frito con sardinas, ahora con minúscula genérica.
Del atardecer de aquel invierno hubo inviernos en los que todo era tarde la galerna, el galernazo que todo el invierno se cocía, cerró sin ser del todo obscuro. Y una lancha, la única que había salido al alba, sin entrar. Nadie estaba seguro de quién fue el primero que la vio venir, sin enfocar la bocana del Puerto, como un punto que a veces se ensanchaba de bandas, pues la proa no obedecía. Unos dicen que fue Moreno, que al encender el cigarro miró por el ventanal de la Tijerina, pero ya antes, como una premonición al empezar la lluvia, una mujer cruzó el puente tapándose con el delantal, muy excitada sin que nadie le hiciera caso, por frecuente, hablando a gritos con la gente del azul, pero también mucha otra gente corriendo por el Muelle de la Rula hacia el Muelle de la Tijerina. Ver correr a las personas mayores, a zancada con el pantalón largo, con ese infinito desprecio que los mayores en apuros tienen para las preguntas de los micos, de los niños, hacia las siete de la tarde, hasta del Casino venían. El niño estaba en el Puente cuando empezó la lluvia, pero se refugió en el tejadillo de la Almotacenía y todos corrían. No era lluvia fuerte y siguió hasta debajo de la Tijerina, un poco en el morro enfrentado con el otro morro del Sablín. Un poco, el chaval, hacia la roca, pues la confusión era grande y la marea no muy alta, así entre personas mayores que no contestaban, y sólo con alguna respuesta de las mujeres, que hacían más caso a los niños, pues saben mejor lo que es el mundo, acertó a ver el punto negro, la banda negra de la lancha, de repente perfilada ya, entre olas paralelas, marejada muy fuerte, ya saltando, lamiendo la barra desde el Sablón; la lancha pintada de negro pocas habría de ese color que ya ni el nombre se recuerda, va avante, avante libre, eran las palabras, va a volcar, va a zozobrar, cada vez más gente, hasta que se colocó entre la Osa y la entrada de la Barra. Aquello de la Osa era una palabra tasada, bisbiseada, término de todo lo que se hablaba, hasta que con palabras más abiertas, entre las frases, entre las faldas, entre las voces y las alpargatas, entre los pantalones y el azul, aparecieron otras palabras, la Media Luna, y en el giro de la ola con virazón de radio quieto en un lado, abordó la lancha de proa a la Media Luna, con mordisco visible pues ya más adelante no era turbia el agua, y se veía el roto del mordisco como en un pez de pecera, en el lomo. Vestido de camiseta y pantalón, me parece que fue José Eulogio el que saltó desde el Muelle bajo de la Tijerina, y quedó pronto empapado, pero haciendo pie con un cable en la mano, sostenido por otras mil manos en el Muelle, hasta que en un buen golpe se enfocó entre el morro de allá y el Sablín, rota, embarrancada en la arena del recuerdo con bordes que se difuminan y se van alabeando hasta meterse en la vida, hasta hoy, desde los años en que los marineros, en minúscula, y el Puerto, en mayúscula, eran tema, ir "a la mar", se hablaba, "vas a la mar", "no vas a la mar", se decía y se suponía una vida.          


[1] El autor se refiere a Marisa Roësset y Velasco
[2] Así figura en el manuscrito original. 

lunes, 7 de agosto de 2017

ANNIE DILLARD


  
«Si analizas una molécula de clorofila, obtienes ciento treinta y seis átomos de hidrógeno, carbono, oxígeno y nitrógeno relacionados de un modo preciso y complejo alrededor de un anillo central. En el centro del anillo hay un único átomo de magnesio. Ahora bien, si quitas ese átomo de magnesio y en su lugar exacto colocas un átomo de hierro, obtienes una molécula de hemoglobina.» [1]


[1] ANNIE DILLARD, “Una temporada en Tinker Creek", Errata naturae eds., Madrid 2017 (pág. 187)


A LA MANERA DE "EL ROTO"



 «Seguramente lo pensó Andrés Rábago, "El Roto":

"Los trenes chocaban,
lo hacían incluso en las propias estaciones,
pero los políticos nunca iban dentro."


(EFE)
 


Mientras tanto, no debemos perder la esperanza de mirar al mar.»


miércoles, 3 de agosto de 2016

UNOS DÍAS EN BARCELONA

(RAMBLA CATALUÑA)
 

«La soledad en el viaje por la ciudad aprovechada para percibir mejor la vida»



«¿Hay un observatorio astronómico instalado en Passeig de Gràcia 71?»

(PASSEIG DE GRÀCIA 71)


«El día siempre comienza con una gimnástica actividad limpiadora, casi desenfrenada, pero silenciosa; no conviene despertar aquello que dormita.

Hay algunas actividades mercantiles de mañana que conducen hacia el paseo de los mayores:



Las menos son lejanas, como la obligada visita a la panadería para reponer despensa:



 (TURRIS-GRAN DE GRÁCIA)


Las más son de proximidad, de mercado, aliñadas de pernil y kalamatas:

(MERCAT DE SANTA CATERINA)


 Todo lleva a un lento café del Passeig Sant Joan, al agua de coco, al callejeo ensombrecido de Sant Pere, el abrazo de los muros, el frescor de los portales minúsculos o el hedor de las clavegueras al cruzar.

(CARRER DE LES MOSQUES)


Después, tras el descanso eterno, el paseo vespertino al caer el sol,  junto al calentar de las piedras, el amor de los ladrones de Énard y el abrigo de balcones.»

 (JUEGOS DE BALCÓN)



(CARRER DEN ROBADOR)


(TRAS LA SIESTA)

«Para este instante, aunque los pasos nos lleven a la alegre lejanía donde encajamos cualquier nueva pieza geográfica del puzzle, el aire nos ofrece cuatro lugares a visitar por este orden:

1.     La ternura de las fotos de Vivian Maier [1]
2.   La máquina de pensar de Ramon Llull en el CCCB, con o sin Víctor Imperial [2]
3.   La luz de Anthony McCall [3]
4.   La Dinastía Ming [4]  

Si acaso una advertencia. El Ayuntamiento de Barcelona ha decidido este año mantener el brutal pago en los parquímetros durante el mes de agosto. El Caixa Forum no tiene aparcamiento y obliga a utilizar las zonas verdes o azules. Ello implica que mientras el acceso a las exposiciones no cueste más allá de tres euros, usando un simple carné de biblioteca, el gasto en aparcamiento pueda exceder de once euros, si se pretende ver las exposiciones Ming y Halsman con alguna serenidad. El acceso en transporte público es igualmente torpe por idéntica mezquindad municipal, siempre que se pretenda evitar la subida desde la Plaza de España a cuarenta grados a la sombra. La opción más aceptable es acercarse al Mercat de Sant Antoni, en Comte Borrell con Tamarit, y tomar la línea 13 TMB que tiene parada frente al Caixa Forum.
No sabemos qué atenciones sociales pretende acoger Ada Colau con semejante medida de aparcamiento en agosto, pero ha destrozado así el acceso cultural a dicho centro, provocando un coste tonto e innecesario, pues todo hay que decirlo.
Finalmente, podemos deslizarnos hacia el Poble Sec, visitar San Pablo del Campo o tomar tarta en el "Café Cometa" [5]


                                                                (CARRER DE SAN GIL)


 


 






 


jueves, 21 de enero de 2016

SEMEJANZAS

(THE LIGHT)
(KENNETH MUNOWITZ) 




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jueves, 22 de octubre de 2015

EMPLEOS MISERABLES

(Santa Eulalia de Abamia)


«Luisa es panadera. Trabajaba en una gran superficie, una enorme superficie en la que importa poco si uno es pescadero, panadero o reponedor. La acaban de despedir. La contratan por periodos de tres meses, contratos inmorales e indecentes de tres meses generados bajo la reforma laboral de esa ministra innombrable que recuerda siempre a Millán, el de “Martes y Trece”. Luego, la dejan un mes en la calle, como si estuviera de vacaciones sin sueldo, en una condición miserable y, si procede, al cabo de un tiempo la vuelven a contratar de la misma forma, bajo la misma indecencia, tres meses sin más.
El ministro Guindos (de), del que, lamentablemente, ya tuvimos que hablar aquí hace algún tiempo[1], ha tenido el cinismo de decir hoy que los resultados de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre son incluso mejores que los que había vaticinado su ministerio. Es un empleo de mierda que el señor ministro considera excelente.
Hace unos días el Tribunal Supremo anuló el despido de una pescadera provocado por la indecencia de otra gran superficie, por la indecencia de Mercadona. Al parecer, la empleada había tenido el atrevimiento de regalar una pescadilla a una cliente, en lugar de tirarla a la basura, aunque la vergüenza e indecencia de Mercadona también sabe a ciencia cierta que una gran cantidad de personas desamparadas se la disputarían entre tal basura al final del día.  
Algunas veces incluso los ministros bobos, de voz gangosa, tendrían que tener la decencia y oportunidad de callarse la boca. Alguien les callará la boca próximamente, vamos a callarles la boca de una vez y para siempre, pero durante los últimos cuatro años han arrasado con todo, dejando un rastro podrido, como el de la pescadilla de Mercadona que corresponde al departamento de eso que se llama “recursos humanos” en toda gran superficie.
Luisa preparaba y cortaba mi pan y la han echado a la calle.
Era panadera en una gran superficie.»