martes, 1 de noviembre de 2011

LA LITERATURA

(La Casa de los Cuentos)
(Barrio de Gracia)


«Hace escasos días entré en una de esas tiendas de moda del Borne, barrio que constituye uno de los corazones de Barcelona pese a estar siempre tan densa y artificiosamente poblado. El precio de la ropa era salvaje, irreal, absurdo y la situación del negocio comparable con la de ese enorme supermercado chino a dos portales de casa: ¿de qué vivirán los dueños de esos negocios si las ventas en los mismos permanecen desiertas? ¿Cómo pagarán la renta de esos locales? ¿No parece todo ello sospechoso, mucho más cuando tales pretendidos dueños paran frente a sus locales con sus coches de lujo y el cerebro vacío?
Algunas de las prendas, todas ellas de aspecto exquisito sin embargo, permanecían lánguidamente apoyadas en los tres cajones más bajos de un plinto, mientras otras descansaban en el soporte de cuero marrón ―unido al penúltimo cajón de la parte superior― de aquel aparato que nos trae recuerdos tan dispares. Potros, caballos y plintos pueblan los recuerdos de nuestras clases de gimnasia y ahora regresan a las tiendas de moda como ayudantes mudos en la exposición de aquellas inasequibles prendas.
Hay otro recuerdo imborrable, no tan de la infancia, que debo a mi padre. Los plintos, caballos y potros ―en unión de todos esos aparatos que componen el mundo de la gimnasia― no aprendemos a usarlos, a saltar sobre ellos, porque el día de mañana vayamos a encontrarlos por sorpresa en la calle. No saltamos el plinto porque en el camino al trabajo, ya disfrazados de ciudadanos adultos, tengamos que hacerlo en cada esquina. No hay una relación esencial de causa a efecto entre la existencia y uso de esos aparatos en las clases de gimnasia de nuestra infancia y la posterior vida real de los hombres (como si la de los niños caminara siempre de la mano de Rodari).
Pues bien, lo mismo ocurre con el latín, con la literatura o con muchas otras cosas, pero hay mucha gente en este nuestro mundo en el que se asedia la cultura cada vez más y en el que una cierta fiebre tecnológica ―incluida esta actividad― lo rodea todo, se impone a todo, trata de absorberlo todo a cada instante, que no se ha percatado aún de esa idea certera; hay mucha gente que sigue creyendo que a la vuelta de la esquina, camino de la oficina o de la fábrica, hallará repentinamente un potro o ―peor― un plinto y entonces, terrible e inexorablemente, tendrá que saltarlo o, si no, fracasará.
Hay todo un movimiento real e importante empeñado en destruir la cultura, en embadurnar la inteligencia, un mundo de imágenes, teléfonos, juegos, lenguajes, medios y demás chatarra que la televisión expande, que trata de convencer a muchos con majaderías tales como que la literatura ha de ser útil, ha de tener una finalidad, ha de existir para ser saltada en la vida real o, de no ser así, ha de abandonarse por puro fracaso ante ella. Es gente que cree fracasar ante el caballo de Leopold Bloom o que han convertido en un plinto su torpe e ineficaz interés ante la simple vivencia de los relatos de Cortazar. Incluso hay hasta docentes, en ese movimiento que combate la cultura, que desde su posición privilegiada tratan de inculcar los valores de un ridículo y falso combate que ―sostienen ellos― se libra entre la tecnología y la literatura; hablan incluso, con esa necedad que les barniza, de lo que denominan consumo literario.
Ese es nuestro mundo, pero lo sabemos y como lo sabemos, no caemos en la estupidez de contraponer literatura y tecnología.
No estamos de moda. Nunca hemos estado de moda. No participamos del carácter incretinito (del verbo incretinire) de la televisión de berlusconiana, ni siquiera si encontramos un plinto en una tienda.»   

domingo, 30 de octubre de 2011

CUENCOS DE LLUVIA ROTOS


(Hotel América)
(La Alhambra)
 

«… recorrió a toda prisa el tejado, cogiendo un pesado cuenco que había allí para recoger lluvia… Furioso, golpeó con el cuenco la cabeza de Jehangir, rompiéndolo.» Ж   



Ж PATRICK O’BRIAN, «Husein, el mahut», EDHASA, Barcelona 2009, pág. 23

miércoles, 26 de octubre de 2011

EL SENTIDO

(Cabo Trafalgar)


«Con todo lo que había pasado, con lo que no había pasado y pasaría, con todo el vacío arrastrado, con las quejas y desánimos y con el transcurrir pausado y feliz de mi existencia, no había alcanzado a descubrir, como hoy ya sé, como hoy ya siento, que el sentido de mi vida no tenía otra razón de ser que amarla y cuidarla siempre, incluso más allá del no ser, que nunca separa, sino que aúna.»

miércoles, 7 de septiembre de 2011

TROZOS DE TRISTEZA

(Naranjas)


«Cuando volvimos adentro, Glória y Jandira estaban lavando los platos y Glória tenía los ojos rojos, como si hubiera llorado desconsoladamente.
Disimuló y nos dijo a Totoca y a mí:
Es hora de que los niños se vayan a la cama.
Decía eso y nos miraba. Sabía que en aquel momento ya no había niños allí. Todos eran mayores, mayores y tristes, y cenaban la misma tristeza en pedazos.» Ж    




Ж JOSÉ MAURO DE VASCONCELOS, «Mi planta de naranja lima», Trad. Carlos Manzano, Libros del Asteroide, Barcelona, 2011, 1ª edición, págs. 52 y 53.

EL TIEMPO EN LOS NIÑOS



(El Molino)


«Lo peor era cómo volaba el tiempo a propósito.» Ж 





Ж JOSÉ MAURO DE VASCONCELOS, «Mi planta de naranja lima», Trad. Carlos Manzano, Libros del Asteroide, Barcelona, 2011, 1ª edición, pág. 47.
  

sábado, 3 de septiembre de 2011

LITERATURA O GRAMÁTICA


(MNAC)

«¿Pero quién decide y se empeña en mantener durante el proceso de enseñanza de la lengua al margen de la estupidez constante de la estructura y composición del examen de selectividad, que es necesario potenciar el estudio y análisis gramatical frente a la lectura de la literatura y a la práctica literaria?
¿No se trata de enseñar a leer y a escribir a los alumnos, y a que puedan crear y pensar de esa forma?
Y entonces, ¿a qué narices viene y sirve tanto análisis sintáctico por parte del alumnado que ni siquiera es capaz de entender lo que está desmenuzando y diseccionando con tantas cajitas y arbolitos de complementos y predicados?
¿No sería preferible que los alumnos lean y sepan expresar, razonar y escribir sobre lo que han leído, antes de saber si la oración que observan es una subordinada adverbial?
¿No tenemos ya en nuestras escuelas suficientes analfabetos literarios que son capaces de diseccionar la sintaxis de una frase o descifrar sus componentes gramaticales, pero que son incapaces de leer en voz alta o comprender el significado de lo que han leído?»


«¿Por qué no suspender el abstracto estudio gramatical de las lenguas hasta el último año de la enseñanza escolar y ejercitar al niño en la continua práctica de la espontánea y libre expresión de su pensamiento, práctica tan olvidada entre nosotros, donde los niños apenas piensan, y los que piensan no saben decir lo que han pensado?» 
(Manuel B. Cossío, año 1879, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza)

martes, 30 de agosto de 2011

TROZOS DE CONCHAS ROTAS Y PIEDRAS CON AGUJERO

(De mis nubes)
 
«Algunas veces, ni los fumareles pueden decidir a dónde desean volar.»
 
 
(mi amada, feliz y hermosa, dejaba hoy estos parajes del sur)