miércoles, 27 de julio de 2011

NOMBRES


No hay otra causa que una simple falta de identidad. Las cosas, los lugares, las dependencias de una casa, las descripciones, parecen carecer de sentido, y todos, en su conjunto, pueden cambiar su denominación, su concordancia o su alma. Es por la forma, por la manera como decidimos llamarlos.
Los cuartos de esta casa de silencio han sufrido de manera indecible sus cambios de identidad. Pasaron de ser lugares de acción a espacios identificados por el nombre de personas, nombre que iba cambiando en función de cada época. Más tarde, según avanza el sonido del tiempo, sus nombres vuelven a trastocarse convertidos o rebautizados en nuevos lugares ya conocidos y que, sin embargo, se ven obligados a soportar otra luz, nuevas miradas, otros usos.
Andando el tiempo, aparecen descripciones dormidas que el lápiz quiso fijar con los nombres de otras épocas, de otras vidas:

«Una manguera enganchada al difusor frente a la higuera, parte en dirección al durillo del dolmen de los Picapiedra y alcanza el aligustre pequeño. De allí, sigue hasta una llave de paso semienterrada ante la morera de la chistorra, en donde forma una T. Una parte llega al Bancal de Hierbas, que hoy es fresal. Otra, que es línea nueva, sigue hasta el roble, el cerezo, el albaricoquero y el níspero, terminando en el pruno de los enanos, en donde se levanta colgando para refrescar el euoynimus.»  

Los lugares y las cosas deben conservar su nombre.