«Un día, volviendo a Tánger en tren desde Rabat vi a un risueño pastorcillo que, mientras guardaba tres ovejas, agitaba graciosamente la mano para saludar al tren que pasaba a toda velocidad. Sin duda, muchos viajeros vieron al muchacho al otro lado de la ventanilla. Incluso es posible que alguno le sonriese sin que el pastorcillo pudiera darse cuenta. No sabemos si, desde algún vagón, un niño de su edad le devolvió el saludo con la misma alegría. En cualquier caso, ¿cuál era la intención de aquel pastorcillo?» TCR
« —¿Y por qué canta el pájaro?— respondió el
Maestro.
El pájaro no canta porque tenga una afirmación que
hacer. Canta porque tiene un canto que expresar.» TCR
Los niños, incluso sin son
pequeños y pastores, sonríen y saludan a los trenes que pasan; los que pasan
despacio y los que, como el tren bala, casi se presienten, cuando ya se han ido.
Carecen de intención al saludar,
al dar cariño o sonreír, mal que le pese a mentes retorcidas y chismosas.
Pobre Chukri…
Pobre niño pastor…
TCR MOHAMED
CHUKRI, «Paul Bowles, el recluso de
Tánger», CABARET VOLTAIRE, Barcelona 2012, pág. 96.
TCR ANTHONY
DE MELLO, «El canto del pájaro», Ed.
SAL TERRAE.