(Santa Eulalia de Abamia)
«Luisa es panadera.
Trabajaba en una gran superficie, una enorme superficie en la que importa poco
si uno es pescadero, panadero o reponedor. La acaban de despedir. La contratan
por periodos de tres meses, contratos inmorales e indecentes de tres meses generados
bajo la reforma laboral de esa ministra innombrable que recuerda siempre a Millán,
el de “Martes y Trece”. Luego, la dejan un mes en la calle, como si estuviera
de vacaciones sin sueldo, en una condición miserable y, si procede, al cabo de un
tiempo la vuelven a contratar de la misma forma, bajo la misma indecencia, tres
meses sin más.
El ministro Guindos
(de), del que, lamentablemente, ya tuvimos que hablar aquí hace algún tiempo[1],
ha tenido el cinismo de decir hoy que los resultados de la Encuesta de Población
Activa del tercer trimestre son incluso mejores que los que había vaticinado su
ministerio. Es un empleo de mierda que el señor ministro considera excelente.
Hace unos días el
Tribunal Supremo anuló el despido de una pescadera provocado por la indecencia
de otra gran superficie, por la indecencia de Mercadona. Al parecer, la
empleada había tenido el atrevimiento de regalar una pescadilla a una cliente,
en lugar de tirarla a la basura, aunque la vergüenza e indecencia de Mercadona también
sabe a ciencia cierta que una gran cantidad de personas desamparadas se la
disputarían entre tal basura al final del día.
Algunas veces incluso
los ministros bobos, de voz gangosa, tendrían que tener la decencia y
oportunidad de callarse la boca. Alguien les callará la boca próximamente,
vamos a callarles la boca de una vez y para siempre, pero durante los últimos
cuatro años han arrasado con todo, dejando un rastro podrido, como el de la
pescadilla de Mercadona que corresponde al departamento de eso que se llama “recursos
humanos” en toda gran superficie.
Luisa preparaba y
cortaba mi pan y la han echado a la calle.
Era panadera en una
gran superficie.»